MÚSICA Y CRISIS
Es una denuncia dirigida a quienes hacen de esta profesión una
industria mafiosa.
“Nunca comprendí qué les hice para que fueran tan
maliciosos, tan agresivos y tan ruines conmigo”.
[Arnold Schoenberg]
Vivimos tiempos
difíciles en todos los estamentos de
nuestra sociedad. El refrán dice : “ A rio revuelto, ganancia de pescadores”.
Vivimos en una constante lucha de poderes, nos creamos la obligación de ser más
y mejor que el otro. Nos olvidamos, que en MÚSICA, tienen valor los segundos,
terceros y cuartos papeles, el tutti, el coro…….No sólo subsiste el virtuoso o
el divo. A veces me pregunto si no seremos una especie a extinguir.
Todo ello se realza en
estos tiempos de crisis económica, donde el primer varapalo se lo lleva el arte
y la cultura. No falta el día en que nos enteramos de una nueva denuncia a un
compañero (compatibilidades), una oferta
más barata para quedarse con la Escuela de Música (la oferta roza lo miserable),
el desprestigio entre músicos, las valoraciones sin argumentos, las críticas
vacías, sin fundamento.
Los indeseables salen
de caza. Han levantado la veda. Muerte al músico trabajador, a la persona que
ha luchado por fomentar eso que llaman MÚSICA, que ellos mismos no habrían
imaginado que se podía fomentar en ese lugar o espacio.
Ahora, después de un tiempo, ese trabajo
incansable, poco remunerado y callado, comienza a dar fruto. Los envidiosos,
los acomplejados y demás alimañas quieren apropiarse y hacerlo suyo. Para ello
utilizan todos los argumentos a su alcance y como no, al primo de su vecino que
a su vez es conocido del hermano de la novia del ……….¡¡¡¡¡. Aunque nos cueste trabajo creerlo,
así somos algunos de los que nos llamamos músicos.
Con la ayuda de éste (…..),
comienzan a urdir lo que será su frente de actuación, para desprestigiar a la
persona que vive dentro de la mentalidad que rige el pensamiento musical, donde
no se cree en la mala voluntad, donde se habla claro y alto, sin tapujos, algo
que en otros campos no existe. Esta forma de ser es la que nos mueve a
bastantes componentes de esta profesión, hobby o como lo quieran llamar. La música
socializa, abre la mente, ayuda a la integración, el que la practica es
extrovertido (en su mayoría), ve el mundo de distinta forma que el resto de los
humanos.
Cuando la historia nos
cuenta la rivalidad entre artistas, siempre aparece el campo de batalla repleto
de trabajos, composiciones, empleo de nuevas formas.
Hoy en día esta
rivalidad se demuestra poniendo zancadillas, abaratando el arte, dejando a la
música en entredicho. Se está perdiendo el respeto por el trabajo del prójimo.
Se escudan en el anonimato, en la supuesta profesionalidad, en su ego, que lo
consideran superior a la media.
Somos orgullosos de
nacimiento, nos creemos dioses en el Olimpo. Somos inamovibles en nuestros
puestos (nos parecemos a los políticos). Nos creemos intocables. Tanto nos
idolatramos que nos creemos el ombligo del mundo. Para conseguir todo esto, no
importa la forma ni los medios. Empleamos todo el tiempo necesario para
conseguir nuestro objetivo. Mientras que nos ocupamos de todo lo anterior se
nos olvida lo más importante: LA MÚSICA.
Es solo una reflexión
que debemos tener en cuenta a la hora de abrazar ciertas actitudes. Cuidemos
siempre la música y en especial en estos momentos. Debemos mantener una unidad
entre nosotros, intentar ayudarnos y alejar a todos aquellos que empañan la
profesión, con sus tintes egoístas y mediocres.
Los grandes supieron definir estas épocas. Béla Bartók dijo, “Las competiciones son para los caballos, no
para los músicos”. Andrés Segovia conocía muy bien a los
aprendices de virtuosos: “Los artistas
que dicen que practican ocho horas diarias son unos mentirosos o unos asnos”. Hay una pregunta
(anónimo) que recorre nuestra profesión: ¿Cuántos
guitarristas hacen falta para cambiar una bombilla?. Cien. Uno para hacerlo y
noventa y nueve para decir que ellos podrían hacerlo mejor.
Así somos algunos músicos
(si se nos puede denominar con este
nombre).